Seleccionemos una melodía. Cualquiera. Y ahora, escuchémosla repetidamente por el resto de nuestra vida. Aunque fuese la más hermosa, casi con toda seguridad, no sería capaz de contentarnos más allá de un centenar de repeticiones. El ser humano, sin ese pentagrama en blanco que representa su capacidad creativa, estaría encadenado a una experiencia análoga. Atado siempre a las mismas conductas, a las mismas ideas, a los mismos pensamientos, a las mismas reacciones, nuestra vida sería una experiencia repetitiva, monótona y carente de un sentido profundo. Nuestra evolución se encontraría anclada únicamente al azar y a los factores externos. Sin embargo, nuestra imaginación, nos permite apartarnos de los patrones mentales y relacionarnos con el mundo de infinitas formas distintas. Pero, algo disonante sucede cuando, ese espacio tan fértil, mágico y extraordinario, tan notorio en el disfrute del niño, no disuade la inquietud y el descontento del adulto.
Los niños, sueñan sin limitaciones. Por medio de su imaginación, podrían transformar en un instante el mundo que conocemos. Pero los perfiles completamente elaborados que reciben, gradualmente acaban con su pureza, con su autenticidad, con su inocente y genuina forma de experimentarse. Todavía sin la capacidad de cuestionarlos, esas influencias socio-culturales, condicionan gradualmente su capacidad creativa y acaban adhiriéndose a caminos gestados por el miedo, las carencias y las limitaciones de los adultos.
Quizás, este podría ser el prefacio del libro Pescadores de Sueños. Un niño, juguetón, soñador, creativo, que siguiendo la herencia de su entorno, de pronto, se descubre como a un adulto triste, en una existencia monótona, aburrida, lineal, tan vacía y absurda, como carente de sentido. En esa dolorosa etapa, un adivino, en un pequeño pueblo de China, pone en evidencia su capacidad de soñar. Y las enseñanzas que recibe, reflejadas en esta fábula, siempre le han ofrecido la posibilidad de componer una nueva y refrescante melodía para cada instante de su vida.

1 comentario en “El buen soñador”
Maravilloso! Muchas gracias por compartir tu sabiduría y tus propias vivencias. Un abrazo!